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La figura de Rubén Darío, abanderado indiscutible del modernismo en nuestras letras, marca un antes y un después en la poesía de la lengua castellana, introduciendo la innovación estética de los movimientos literarios franceses de los que se influenció y dando pie a las vanguardias poéticas que lo continuaron. Figura señera en el tránsito del siglo XIX al XX, compuso una obra tan ecléctica como original y tan exótica como hispanoamericana, cuyas renovaciones y capacidad de amalgamar lo universal la transformaron en una voz poética convergente y movilizadora. Poesía de los sentidos, impresionista, musical, heterogénea, compleja y leve al mismo tiempo, capaz de capturar la simultaneidad, lo móvil de la naturaleza y las máquinas, de las ideas del pasado con las de la actualidad, la alegoría y el símbolo. Yo persigo una forma es una antología que nos permite revisitar lo mejor de sus textos y, al mismo tiempo, confrontar lo inmortal de su transgresión.
«Yo, Rubén, soy una desconocida; yo, maestra, nunca pensé antes en hacer estas cosas que Ud., el mago de “La niña rosa”, me ha tentado y empujado a que haga. ¡Es Ud. culpable de tantas cosas en el campo juvenil! ¡Si supiera, si supiera!».
GABRIELA MISTRAL
«Pobre Rubén, puedes dormir tranquilo, cuando todos ellos hayan desaparecido, aún tu nombre seguirá escrito entre dos estrellas».
VICENTE HUIDOBRO
«Hemos sido injustos con él. Darío renovó la métrica, las metáforas y lo que es harto más importante, la sensibilidad; cuanto se ha hecho después, de este o del otro lado del Atlántico, procede de esa vasta libertad que fue el modernismo».
JORGE LUIS BORGES