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Trotsky fue uno de los principales protagonistas de la Revolución Rusa, y ésta el hecho histórico más trascendente del siglo XX, al punto de que hoy, cien años después de ocurrida, su historia continúa viva como testimonio de un pueblo que enfrenta su realidad y crea sus propias herramientas para transformarla. Trotsky asume la tarea de escribir esta historia desde una ética política e historiográfica estricta, donde se diluye el subjetivismo y emerge clara la naturaleza intrínseca de las relaciones sociales en un contexto de revolución, como asimismo la vinculación sistémica entre los hechos puntuales y los procesos mayores que les otorgan sentido. Este Tomo I se refiere a la Revolución de Febrero y a las causas de su fracaso, mientras que el Tomo II muestra cómo y por qué triunfa la Revolución de Octubre.
Las fórmulas políticas creadas desde la Revolución de Febrero, dominadas por liberales y socialdemócratas, se mostrarán incapaces de dar solución a los problemas más apremiantes del pueblo ruso: hacia el interior, no resolvieron el problema del hambre ni el del acceso a la tierra; hacia el exterior, no estuvieron a la altura de una política digna y audaz de paz. Así, si esto ya los había desacreditado, cuando el pueblo los descubrió sin mayores argumentos que el complot reaccionario, les dio vuelta la espalda por completo. Paralelamente, el partido bolchevique, desde una posición minoritaria, se transformaría en la principal fuerza orgánica revolucionaria, no sólo por la vocación popular de su programa o porque uniera a este una definición político-estratégica prácticamente incontrarrestable: la consigna de "todo el poder a los sóviets"; por sobre dichos elementos, Trotsky destaca la ética política de los bolcheviques.