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“Durante cien años, la Revolución Bolchevique, representada como el acto fundacional del régimen soviético y a su vez como el inicio de una nueva era en la historia de la humanidad que la llevaría a niveles de felicidad y bienestar nunca antes vistos, se conmemoró el día 7 de noviembre de cada año. Para el dirigente comunista ítalo-argentino Victorio Codovilla, los “ecos de la Gran Revolución Proletaria” —así la llamó— evidenciaban los avances promovidos por el Estado soviético para beneficio del pueblo ruso y de la clase obrera mundial, convirtiendo a Rusia en el principal referente de la militancia comunista. El acto de fundación de la Revolución de Octubre se exhibió en forma de un grandioso espectáculo, permitiendo la “escenificación” del poder soviético, su exhibición pública a los ojos de todo el mundo.
La pregunta acerca de qué y cómo conmemorar no es trivial. Es una interrogante que trasunta un profundo contenido político y cultural. Posee una potente carga ideológica en la medida que denota y connota aquello que se quiere resaltar, aquello que se quiere omitir y aquello que se quiere silenciar. Tanto los énfasis, las omisiones como los silencios poseen un alcance político. El acto de celebrar el aniversario de la Revolución de Octubre respondía a una política conmemorativa en la cual los partidos comunistas asumieron un rol fundamental en su objetivo de proyectar una versión “oficial” del 7 de noviembre, la gran fecha del calendario comunista.”