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Al poeta se le huele en su respiro, y les aseguro que Miguel Vicuña lo tiene. Solo les digo, que en este poemario, el poeta tiene contenidos arquetípicos de la poesía, como cantarle a sus padres (1). Además le canta a su “Ñusta”, musa perdida, y entremedio, tira joyitas sonoras y pseudos absurdas, que dan cuenta de una poética que busca la razón de ser del poema y del poeta. Y también, como no, se tira unos versos circunstanciales notables. El común denominador de “Dicha non desdicha”, es decir de una felicidad que no se reniega, es el de un oficio poético fuera de lo común.
Sabemos, es vox populi, en Chile, levantas un poeta y hay una piedra. Miguel no es pétreo, es puro fluido, musical y paradójico, pero muy controlado en la forma, como un buen poeta profesor que sabe de lenguas y filosofía.
Para terminar, agradezco a los dioses el inútil oficio de poeta, el solo invendible en la industria cultural, y agradezco a Uds. oidores y lectores avisados, de nuestro Chile, donde aún la poesía es más sentida que un terremoto.