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«Posiblemente habrá de seguir siendo Valparaíso, en la memoria colectiva, aquel "Pancho" de los marineros y de los soñadores, o tal vez el fantasma de sí mismo que adivinan Joaquín Edwards Bello, y, por cierto, el "Puerto Mayor de la geografía poética universal", al cual se refirió Salvador Reyes. No cabe duda de que es también *el cuarto pétalo entre los treinta y dos de la Rosa de los Vientos", como dijera jacarandosamente,
Augusto d'Halmar en sus "Recuerdos Olvidados".
¿Lugar concreto o sitio metafísico? Más bien, un asiento de nómades y un espacio del mestizaje benéfico que combina el pase italiano y la pequeña Inglaterra que anidó en el cerro alegre Pleasant Hill de prosapia, el zoco árabe -que se convierte en "sucucho", en la parla criolla - y el colmenar de los españoles que, entre tienda y ferretería, buscan el Dorado y el Potosí de los días de la Conquista.
¿Qué es el porteño? Sin duda, inquieto vagabundo que un día podrá hallarse en el Ganges, en oración, y en otro derrochará a manos llenas el oro de California; buscará el amor en los barrios marcados de Rotterdam o se encaramará a la Sierra Madre, en procura de minerales exóticos. Tal vez cada niño del puerto haya sido empujado por el viento en una empresa de nomadismo que le impide instalarse a ver pasar el mundo por la puerta de su casa.»