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Arte Andrógino se constituye a modo de pasajes en una ciudad transparente y cristalizadas en estrategias de desvelamiento, dispositivos de apariencia, de singularidad y oposición. El desafío de un recorrido nómade que nos insta a encontrarnos con las políticas de las apariencias: moda versus estilo, o siguiendo las inflexiones de Echavarren, sujeto universal de la moda serializada versus un singular dandy en medio de la multitud. Aquella singularidad a la que Benjamín se refería en ese tránsito único del flaneur. Queer, camp y neo-barroco se aproximan con cierta promiscuidad en sus textos, más aún en este, donde trabaja con la fuga, con el pliegue, con la duda identitaria. Arte Andrógino convoca al glam-rock, al dandy, al mutante y a la guerra de los estilos. Echaverren recorta escenas desde la performance-crítica, leyendo la teatralidad del estilo de una dama noble en la corte de Luis XIV que inaugura la invención del peinado a la Fontange, hasta Evita Santa de marginales, descamisados y abyectos, según el imaginario neo-barroco de Néstor Perlongher. Arte Andrógino se extiende como pasarela de estilos que interrogan a la moda, operando desde una multiplicidad de pasajes benjaminianos cuyos personajes emergen residuales en sus estrategias.