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Este es un libro acerca de cómo los seres humanos inventamos formas de comunicarnos aun cuando parece imposible. Comunicarse bajo amenaza o por un impedimento físico obliga a inventar nuevos códigos. ¿Qué hace falta para emitir un mensaje? Lo mínimo: los ojos, el parpadeo. En última instancia, cuando no queda más que un cuerpo desnudo, ese cuerpo es una superficie y conserva las cicatrices de un esclavo. Es la memoria. Es el pelo que se usa para trenzar cartografías secretas o como símbolo de una lucha por los derechos civiles.