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“¡Dura lección es la del fracaso del marxismo leninismo! Su persistente desprecio de las masas, del proletariado consciente a favor del culto a una supuesta minoría ilustrada, perspicaz, inteligente (y, por supuesto, más consciente), a una jerarquía de los mejores dirigentes, se estrelló contra la realidad: los explotados por explotados y violados que sean, son capaces de rebelarse […]
Si hoy por hoy se admiten las críticas al marxismo leninismo, vienen por lo general de dos posturas en oposición. Una alimenta su negación del socialismo alabando el capitalismo actual en su forma neoliberal, que no es ni nueva ni liberal (excepto si “liberal” es equivalente a prescindir de cualquier regla moral), como el mejor régimen social posible. “There is no alternative”, declaró y pregonó Margareth Thatcher, responsable de miles y miles de desastres individuales y de más hambruna en el Tercer Mundo. Ni olvido ni perdón.
La otra pretende afirmar e inventar una diferencia profunda entre el leninismo y el estalinismo, lo que le autoriza, según ella, a proclamar la validez del partido único, que no lo sería gracias a su funcionamiento interno de centralismo democrático.
La falacia de esta tesis estriba en el mismo Lenin con sus dos actitudes de valerse de la calumnia y de la represión sistemática. Ni olvido ni perdón.”